
Considerada por muchos esta ópera prima como la gran obra maestra del director Satoshi Kon, Perfect Blue está basada en la novela homónima de Yoshikazu Takeuchi, aunque Kon, según él mismo, sólo leyó el guión de una desechada película de acción real que, por problemas durante el rodaje, cayó en sus manos con plena libertad creativa, siempre que respetase elementos básicos de la obra como el fanatismo, el terror o el acoso.
Perfect Blue nos pone en la piel de la protagonista Mima Kirigoe, la cual es considerada lo que en japón se conoce como una idol, es decir, un ídolo juvenil que para sus fans encarnan la mujer perfecta, la pureza y el saber estar. Esta condición, por diversos motivos como la edad, no es sostenible a largo plazo, así que Mima decide abandonar su grupo idol y empezar una carrera como actriz.

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La protagonista se sumerge en un estado de ensoñación casi permanente, donde el abultado trabajo, la paranoia y su entorno la confunden hasta el punto que ni ella ni el espectador saben si no ha sido ella quien ha cometido los crímenes. Mientras todo esto ocurre, la habitación de la protagonista va cambiando, teniendo en fases avanzadas una mayor sensación de desorden, la muerte de casi todos los peces después de la escena del papel de la violación (simbolizando la muerte de gran parte de su pureza e inocencia), unos colores más apagados y una decoración más austera.
La película por ello aprovecha para tratar también el tema de la identidad. ¿Es una persona la misma durante toda su vida, o la identidad que la definía en el pasado se ve difuminada por sus actos, dando paso a otra identidad?
Kon aprovecha este punto para establecer un triangulo psicológico entre el acosador, la protagonista y la mejor amiga y mánager de esta, Rumi. Kon proyecta las obsesiones de Rumi en Mima, pues fue una antigua idol que no quiere que Mima se desvíe de ese camino, afectándole sobremedida cuando eso ocurre. Es, en efecto, esta la razón que mueve la película: Rumi suplanta a Mima en la página web, dado que son casi inseparables y conoce bien su vida, instigando al acosador a creer que la Mima actriz es una farsante y que tenía que ocuparse de ella, dado que, como se ve en el último tercio de la película, Rumi acaba sufriendo un trastorno disociativo debido a la frustración, amplificando su suplantación en la web a ella misma. Se ve cuando el apartamento de Rumi fue convertido en una copia exacta del de la idol Mima del principio de la película. Este último detalle es notable en varios sentidos. Por un lado, tenemos el uso inteligente y activo de los escenarios; por otro, revela la verdadera realidad del personaje tras un segundo tercio donde Kon jugaba con los sentidos del espectador y la tensión se acrecentaba; y por último muestra cómo Rumi se ha atascado en el pasado mientras que Mima ha seguido avanzando al proyectar en el entorno, activa o pasivamente, su desarrollo vital.
Rumi decide matar a quien dice ella que es la falsa Mima, dando lugar a un enfrentamiento en el que se entrelazan las realidades de los personajes. Para ello hace un sobresaliente uso de los cristales o espejos, los cuales desdoblan visualmente las identidades. Esto está presente durante toda la obra, pero no es hasta el tramo final donde cobra especial presencia narrativa.
En el final de la película, Mima hace hincapié en cómo ha encontrado su propia identidad gracias a Rumi. Con esto, Kon nos muestra que no hay mejor manera que mirarse en el espejo del pasado para ser consciente de cómo ha cambiado nuestra personalidad y comportamiento por los años y las acciones durante estos. Kon de esta manera cierra brillantemente su su arco sobre la identidad, presente en toda la película.

Perfect Blue es una película fría a la hora de tratar los temas que aborda, que no tiene compasión en su crítica al mundo de los idols y los medios de comunicación opresivos. A su vez, ofrece una reflexión muy clara acerca de la identidad de las personas y el desarrollo vital, contado como mejor sabe Satoshi Kon: difuminando los límites de la realidad, esta vez para ahondar en el concepto que cada persona tiene sobre sí misma. Es una película segura de si misma, y, dentro de la filmografía de Kon que abarca las fronteras de la realidad, es posiblemente la que trata la irrealidad más pura: la que construye y deconstruye el subconsciente, la que es capaz de confundir tanto debido a elementos como la presión, el miedo, o la locura, que ni el personaje ni el espectador saben si lo que ven es el plano real o uno ficticio.
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